miércoles, 20 de diciembre de 2006

Feliz todo...



Tu beso se hizo calor,
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.

Tu boca roja en la mía
la copa que gira en mi mano
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano rincón
de otra galaxia
el amor que me darías
transformado, volvería
un día a darte las gracias.

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da
nada es más simple
no hay otra norma
nada se pierde
todo se transforma

El vino que pagué yo
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano
y antes de eso en Torino
y antes de Torino, en Prato
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.

Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da
nada es más simple
no hay otra norma:
nada se pierde
todo se transforma.

Todo se trasnforma (Eco), Jorge Drexler

domingo, 17 de diciembre de 2006

Así borraba, así, así...


Como ya comenté en la entrada "Poseía Poesía" estoy revisando una novela.

Cuando terminé la primera que escribí, Nela, la entregue (con no poca vergüenza) a algunos amigos y desconocidos para que me dieran su opinión. La hermana de una amiga que es profesora de Filología en un Instituto me escribió una carta de tres folios que guardo con cariño.

Uno de los consejos que recibí fue que, una vez acabada una obra, la dejase dormir en un cajón tres meses antes de revisarla.

Yo suelo hacer caso de los consejos, si son buenos.

La novela que estoy desmenuzando la escribí hace dos años (se ha pegado una siesta de aupa). Y estoy segura de que, si no me controlo, acabaré rescribiéndola porque el capítulo que trabajé ayer y que creí pulido y listo para olvidar, hoy, vuelto a revisar, aún ha recibido más cera.

Hay quien dice que una obra nunca estará acabada en manos de su autor. Lo que me inquieta es pensar que no es la obra, si no el momento en el que me encuentro al revisarla, lo que hace que modifique alguno de los hechos, actitudes o situaciones que en ella se desarrollan.

¿Eso sería bueno o malo?
¿Me ayudaría a escribir mejor?
¿Hay un límite?
¿Alguien tiene respuestas?

En fin, divagar, divagar, divagar.

martes, 12 de diciembre de 2006

Tenor a la fuga


El tenor francés Roberto Alagna, se permitió dar un nuevo giro a la ópera "Aída" huyendo de escena como alma que lleva el diablo. Parece ser que el público no estaba muy contento con los comentarios que escuchaba del artista, en vivo y en directo, descalificando al auditorio. Con su actitud posterior puedo imaginarme las cosas que decía. Y el público, que es soberano -como el pueblo-, habló. Bueno, más bien, silbó y dejó también claro lo que opinaba de sus opiniones y de su Radamés.

El tenor, a tenor de la actitud de los escuchantes, se largó -pies para qué os quiero-, en el más puro estilo "divo ofendido". Y ahí estaba la mezzosoprano Ildiko Komlosi, intentando salvar el dúo ella sola, y el director de orquesta, dirige que te dirige y no mires hacia atrás.

El director de escena, mientras tanto, miraba para todos lados ¿buscando también una puerta por la que huir? ¡no! buscando a un sustituto, pero como no había nadie vestido de Radamés le costó localizarlo.

Antonello Pallombi (el de la foto de cabecera), sintió una fuerza que le impulsaba hacia delante -era el director de escena que le empujaba- y se encontró en escena, vestido de Radamés a lo progre y no se le ocurrió otra cosa que ponerse a cantar. Pues menos mal, porque la mezzosoprano ya estaba un poco cansada de trabajar el doble -supongo que pedirá un plus por el esfuerzo- y necesitaba ayuda.

Alguien en el público -siempre hay algún ingenioso- gritó ¡Radamés viste de Prada! y se escucharon algunos abucheos que me imagino iban destinados al huido, no al valiente que cantaba en tejanos.

Finalmente, el tenor "ahora no canto, ala", dio lo que él creía que eran explicaciones -y que a todos sonaron como "han sido ellos, son malos y no me quieren". El director dijo "que vale, que muy bien, majo. Haz el petate que estás licenciado" y le dio el puesto a Walter Fraccaro.

Y, digo yo, ¿no sería mejor que se lo dieran a Antonello? No todos los tenores sabrían afinar después de ser empujados a escena en tejanos, teniendo que creerse que uno es Radamés.

viernes, 8 de diciembre de 2006

Poseía Poesía


Estos días me ha ocurrido una cosa sorprendente y gratificante. No soy experta en poesía, no cuento los versos ni conozco más textos de memoria que el de La vida es sueño de Calderón de la Barca: "¡Ay, mísero de mí! ¡Ay infelice!" y este lo aprendí porque un amigo me retó, yo debía aprenderme este monólogo y él otro.


Yo cumplí.

Tengo la costumbre de poner como cabecera de capítulo en todas mis novelas un pequeño texto, que en cada una de ellas, versa sobre un tema común. En "Nela", fueron frases de películas de los años 30-40, en "Peso cero", fragmentos de novela. Ahora estoy acabando de revisar otra de mis obras y he decidido utilizar poemas. Por este motivo estoy leyendo toda la poesía que cae en mis manos: Rosalía de Castro, Bécquer, Federico Balart, Rubén Darío, Lorca, Ramón de Campoamor, Amalia Iglesias, Alejandra Pizarnik, ...

Estoy disfrutando mucho con la lectura de todos estos poetas y no negaré que me ha sorprendido. Es tal el gusto que me ha proporcionado su lectura que me he olvidado de tomar notas varias veces y he tenido que releer textos recordándome que estoy trabajando.

La poesía tiene mucho de música y emociones y creo que no siempre es momento de leerla. Por lo que estoy experimentando, el lector tiene mucho que poner y debe estar predispuesto a entregarse. Ocurre algo parecido con la música, no todos los días tiene una el cuerpo para Brahms.

Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco, pero es algo
que perdí no sé cuando y que no encuentro,
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.


Rosalía de Castro, A orillas del Sar.

martes, 19 de septiembre de 2006

Una recomendación

Navegando por ahí, cosa que hago de vez en cuando, he encontrado una joya que quiero compartir con vosotros. Se trata de un blog escrito por alguien dedicado al mundo literario, en principio escritor, que se dedica a ayudarnos a saber dónde intentamos meternos.

El blog se llama Miserias literarias y lo escribe alguien oculto tras el seudónimo "Prometeo".

Os lo recomiendo encarecidamente, me lo he leído de pe a pa y lo único que lamento es no haberle conocido antes ¡cuántos disgustos me habría ahorrado!

viernes, 21 de julio de 2006

Más Charco de los Clicos

Existe en el pueblo del Golfo una cresta en perfecto semi cono formada por un crater, en cuyo interior se esconde el Lago Verde o Charco de los Clicos. Este último llamado antaño así, por unos mariscos comestibles llamados clicos muy usuales en ese paraje. Su extinción se produjo a raiz de que don Domingo Lorenzo Viera, adquiriera dos tortugas que sin más soltó en las apresadas aguas de El Golfo.



Parece que la arena que ha ido entrando en el Lago acabará por hacerlo desaparecer. Según cuentan, antiguamente era mucho más grande.

Según dicen, el agua es de color verde debido a un tipo de alga. Es realmente chocante en aquel paisaje extraño y estremecedor encontrar, frente al mar, un lago de un color verde esmeralda intenso.


Nos ocurrió algo muy curioso. No conocíamos el lugar y después de recuperarnos de la primera impresión nos fijamos en que la gente (que en esa primera visita era bastante) buscaba en la arena insistentemente algo que no alcanzabamos a ver. La mayoría de los que allí había eran evidentes alemanes y pensamos que si chapurreabamos un poco en inglés conseguiríamos preguntarles qué buscaban. Escogimos para ello a una jóven pareja de rubios flamantes pensando que siendo más jóvenes seguro que nos entendían. Pero al preguntarles nosotros qué buscaban nos miraron con cara de papel pintado ¿?. Estaba claro que en sus lecciones de inglés no habían pasado del "This is a pencil". Finalmente, mi marido que cree más en el lenguaje de los gestos (algunos más evidentes que otros) señaló la mano que ella apretaba con fuerza y luego a su propio ojo. Ella, no sin cierta reticencia la abrió y nos sorprendió con unas pequeñísimas piedras verdes. Nos agachamos y quedamos gratamente sorprendidos al comprobar que apenas moviendo un poco la tierra negra localizabamos unos cuantos cristalitos verdes que luego nos dijeron se llaman "olivina" ¿?.

Quizá Luis Vea sea capaz de explicarnos algo más de esas hermosas piedras que tienen curiosamente el mismo color del lago.


El paisaje es incomparable, tienes la sensación de estar en otro mundo. Estuvimos dos veces, la segunda solos, no había nadie más. Fue muy especial.

Por cierto una curiosidad ¿habéis imaginado alguna vez poder tenderos cual largos sois sobre un manto de flores sin veros atacados por hirientes y agresivas abejas o avispas? ¡En Lanzarote no encontramos ni una sola! ¡Qué maravilla!

¿Y la temperatura? Las dos veces del Lago Verde tuve que llevar una chaqueta bastante gruesa... La temperatura más alta que marcó el termómetro del coche que alquilamos fueron ¡28 grados!

El paraiso, sin duda.

jueves, 20 de julio de 2006

¿Quién dijo fin...?

Lanzarote es una isla mágica, al menos así la he visto yo. Tranquilos que no voy a daros la paliza sacando mi álbum con las 300 fotos, ni voy a explicaros cada uno de los momentos maravillosos que he vivido.

Solo traigo unas pocas imágenes y los ojos llenos de ese pedacito de mundo.


Caletón blanco



Los hervideros (¡qué miedo pasé!)

Timanfaya (sin palabras)


El lago de los Clicos (me dejó muda durante un buen rato)


Los jameos del agua (no me dejaron bañarme en esta maravilla de piscina)

La cueva de los Verdes, sin lugar a dudas el lugar que más me gustó de la isla. No me habría importado nada que me dejasen dormir allí una noche.


"Todo cabe en lo breve. Pequeño es el niño y encierra al hombre; estrecho es el cerebro y cobija el pensamiento; no es el ojo más que un punto y abarca leguas"

Alejandro Dumas (padre)

viernes, 23 de junio de 2006

Siempre me gustó estar sola (y última)




Frente al espejo
.
Estoy muy delgada. Diez kilos en un año. Tanto que lo había intentado con dietas milagrosas, aburridas, mortalmente prohibitivas, sin conseguir nada. Hasta ese año. Sin esfuerzo, sin darme cuenta. Creo que fue justo cuando supe lo que quería y gracias a él, como siempre. Él me mostró el camino, sin saberlo.

Hace una semana que tengo el traslado y aún no puedo creerme que vaya a hacerlo. Otra ciudad y una nueva vida.

Estos días me he acordado mucho de mi madre. De su mirada los últimos días. Me conocía bien. Cuando murió, sin apenas un suspiro, sentí un dolor tan fuerte que creí que iba a partirme el pecho. Era un dolor físico, como si alguien me hubiese golpeado con un palo de madera. Me costaba respirar y el dolor no cedía ni un milímetro de espacio al aire de mis pulmones. Hubiera querido tener a Javier para apoyarme en él, recostarme en su hombro, que me rodease con sus brazos y me consolara. Pero no pudo, le era imposible enfrentarse al dolor y la muerte. Se fue a tomar un café.
¿Y los días siguientes? Las frases huecas, usadas y gastadas: es mejor así, de esta manera no ha sufrido, ella sabía lo que le esperaba, la vida sigue...

Se colgó la bolsa de viaje en un hombro y el bolso en el otro. Sacó la maleta del armario y suavemente la deslizó sobre la moqueta sin hacer ruido.

Rocío me espera en el aeropuerto. Es triste que Javier creyera que montando aquella terrible escena el año pasado en mi cumpleaños conseguiría romper una amistad de tantos años. Triste y descorazonador. Pensaba que me conocía. Que Rocío es lesbiana lo sé yo, mejor que nadie. Antes de que su madre la descubriese besando a Bea Izquierdo de primero de BUP. Mucho antes.

Al llegar a la puerta de entrada soltó la maleta un instante. Se quitó el anillo de casada y lo dejó sobre el mueble del recibidor, junto a una roca volcánica que habían cogido en las calderas del Teide, en su viaje de novios.

El resultado de la mamografía ha sido el pasaporte para mi viaje. Cuando apareció aquel bulto en mi pecho me vi mutilada y sola. Me reconocí en el recuerdo de mi madre. Me vi sin cabello y sin compañía, asustada y sin un brazo en el que apoyarme. Me imaginé escondiéndome para vomitar, para sentirme mal y débil.
Me conocí por fin.
Y a él.

Se lo dije. Fue un intento a la desesperada, sabía que iba a perder algo que nunca había tenido, pero no pude resistirme.

Su mirada...

Aquella imagen fue una visión de futuro. No podía esperar nada de él, excepto que recogiese los platos de papel.

Pensé en todas las cosas que podía perder si me alejaba de él. Todas valían dinero.

Sacó el informe médico del bolso y lo dejó encima de la mesita.
Junto a la alianza.
La palabra "benigno" remarcada en negro.
La puerta del baño se abrió al tiempo que otra puerta se cerraba para siempre.

Fin?

martes, 13 de junio de 2006

Siempre me gustó estar sola (segunda entrega)


II


Fue una suerte que decidiésemos no tener niños. Ahora sería todo mucho más complicado. Yo sí quería. Supongo que como todas las mujeres hay un momento en la vida que las hormonas te juegan una mala pasada y llegan a dominar tus pensamientos y deseos. Entonces empiezas a ver niños por todas partes, niños en el parque, niños en la puerta del cine. Niños en los grandes almacenes saliendo de improviso de cualquier pasillo, a punto de atropellarte. Pero Javier es un hombre de hoy, con necesidades de hoy que para él se resumen en ganar mucho dinero y ganarlo pronto. Los niños no entran en ese proyecto.

Yo le admiro porque ha sido capaz de conseguir la meta que se había propuesto. Bueno, las metas. La primera: su aspecto. Es un hombre guapo, que se cuida, nadie podría encontrar un solo defecto en su físico por mucho que se lo propusiese. Yo me lo propuse, lo confieso, quería tener algo para tirarle a la cara en caso de necesidad. Pero no lo encontré. Físico, no.
Otra meta que consiguió fue librarse de la familia, la suya y la mía, por supuesto. Mi madre, con morirse, le facilitó mucho la tarea. Y la última, la del dinero, también la ha conseguido y, por supuesto, eso había que celebrarlo.

Me alegra que no haya visto las maletas, hubiera sido muy desagradable tener que dar explicaciones, hoy, precisamente hoy, que es mi cumpleaños y había toda esa gente invitada. Invitada por él, por supuesto. Yo sólo llamé a Rocío. Pero no ha venido. Me llamó: "lo siento cariño, pero no puedo ir a esa casa después de lo que pasó la última vez. Me apena por ti, pero si quieres podemos quedar después para tomarnos algo tú y yo solas". Y hemos quedado a las diez en el aeropuerto, mi avión no sale hasta las doce y cuarto de la noche.

No le reprocho a la única amiga que tengo que no haya querido venir a "mi fiesta". La fiesta del año pasado fue muy diferente. Había aprobado las oposiciones para médico de la Seguridad Social y con nota. Era la tercera vez que lo intentaba, la primera en serio. Estaba tan entusiasmada que se me ocurrió que esa vez prepararía yo la celebración de mi cumpleaños. Si hubiera sabido que iba a ser un desastre no lo habría hecho, pero en el fondo creo que aquello me fue bien porque me hizo colocarme, por primera vez, ante la persona en la que me había convertido. Una persona simple y sin voluntad, incapaz de hacer nada sin el respaldo del otro. Sin su aprobación no era nadie.

Ese día me ha llevado a este.

Ya ha cerrado el grifo. En veinte minutos estará aquí, lo que tarde en ponerse ese aceite con el que embadurna todo su cuerpo bien afeitado y que huele tan bien. Después se peinará con cuidado y revisará sus dientes. No dejará un detalle. Saldrá impecablemente vestido con uno de los doce pijamas que se compró el mes pasado. Es un fanático de los pijamas. Ni siquiera se lo quita cuando hacemos el amor. Supongo que su perfecto cuerpo lo quiere para lucirlo en otros momentos, con otras personas.

Continuará...

martes, 6 de junio de 2006

Siempre me gustó estar sola


I

Nunca tuve miedo de ese espacio vacío que genera el ser humano a su alrededor y que no tiene mucho que ver con la cantidad de gente que en ese momento te esté rodeando.

Hoy es mi cumpleaños. ¿Que cuántos cumplo? Treinta y tantos. Me gustaba mucho esa serie a pesar de que cuando la echaban por televisión a mí me quedaban todavía unos cuantos para sentirme identificada con sus protagonistas.

Javier está recogiendo los destrozos. Los platos de papel con restos del festín, vasos manchados de irreconocibles líquidos. Es un cielo, Javier. No ha hecho falta que le recordase que hoy era mi día para que se ofreciese a hacer el trabajo sucio. No me refiero solo a la recogida selectiva, sino a la despedida involuntaria de los invitados. Cómo les cuesta irse. Y qué pronto han venido. Me duele la cara de tanto sonreír sin ganas.

¿Por qué me miraba Luis con esa cara? Será que ser el mejor amigo de Javier le hace leer mis pensamientos. Luis nunca fue santo de mi devoción, no puedo negarlo. Bueno, sí que puedo, a Javier se lo he negado tantas veces... Hace tiempo que no me pregunta, supongo que ya no le importa. Javier me lo presentó seis meses después de empezar a salir conmigo. Fui a su boda, al bautizo de su primer hijo y al de su primera hija. Su mujer, Lorena, es una pobre chica que cree que llevándose mal conmigo se gana la aprobación de su marido. Pobrecilla. Luego se consuela con unos cuantos Martinis y repite hasta la saciedad, "yo sólo tomo vodka martini, como James Bond, agitado, no revuelto".

¿Habrá Luis adivinado mis intenciones? Es posible, a juzgar por el comentario que me ha hecho cuando nos hemos cruzado en el pasillo camino del baño. A solas, como siempre. Me habría gustado decirle que no es necesario que se esconda de Javier para ser borde conmigo.

-No se te ve muy contenta.

-¿A no?

-¿Qué estás tramando?

-Siempre tan cariñoso.

-Lo siento, querida. ¿Te gustó nuestro regalo?

-¿Te refieres al jarrón que me escuchaste decir que detestaba? He contenido las arcadas, no puedes quejarte.

-Se te notaban -la sonrisa de satisfacción le resultaba familiar.

-El año que viene espero que no te tomes la molestia.

Le he dejado con la palabra en la boca y he continuado mi camino. Al mirarme en el espejo del baño me he visto extraña. Como si no fuese yo.

Javier se ha metido a la ducha y después querrá irse a la cama. Hoy, como se supone que es un día especial, querrá guerra. Malditas las ganas que tengo yo de continuar, después de estar toda la tarde fingiendo. Es tan simple, tan previsible. Siempre las mismas caricias en los mismos lugares. Casi podría contar los besos exactos que va a darme antes de subirse encima de mí. Cuánta envidia me tienen todas sus amigas.

Siento un dolorcillo en el pecho, pero es mucho más pequeño que otras veces.

Hoy todo es más sencillo. Porque sé que se acaba.

Continuará...

viernes, 21 de abril de 2006

¿Me prestas un libro?


Mi casa era una casa pequeña, muy pequeña, y la ocupábamos muchos. Apenas había espacio para nosotros, y los libros no eran un artículo de primera necesidad. Yo era muy popular en mi barrio entre los niños, era muy "jugasquera", que decía mi madre; del colegio a la calle y de la calle a la cama era mi rutina diaria.

Cuando cumplí nueve años mi hermana mayor, la que yo creía que sería una princesa y viviría en una gran casa con verja de hierro, se fue de casa después de casarse con un empleado de la Philips y nuestra habitación se quedó con sólo tres habitantes.
Al poco tiempo fuimos tres chicas y unos nuevos inquilinos: Los libros.

Llegaron no sé cómo, sospecho que otra de mis hermanas los trajo, aunque no puedo recordarlo. A mí me llamaban la atención. Los cogía, los hojeaba (pasaba las hojas) y me sentía atraída por ellos. Especialmente por uno, la pequeña Dorrit, se llamaba. El autor era un señor llamado Charles, con un apellido muy raro. Un día decidí leerlo, total, para algo me había tomado la molestia de aprender a leer.

Aquel libro produjo una transformación en mi cerebro, algo sutil e imperceptible a simple vista. Lento y constante, el deseo de leer se fue metiendo en mi pequeña cabecita y desde allí se fue extendiendo por todo mi cuerpo. Las manos deseaban sostener aquellas pequeñas cosas mágicas que me transportaban a mundos desconocidos. Los ojos buscaban en todas partes, otros títulos. Corría por mis venas una de las drogas más potentes, pues producía el mayor placer individual. Ya no hubo remedio. A partir de ese momento empecé a cambiar con mis amigos, libros, en lugar de cromos. Me dejaron la colección de "Las mellizas en Santa Clara" y comía embobada, me iba directamente a tumbarme a leer en mi cama y pasaba el calor del verano en lugares lejanos a los que pensaba que jamás iría. Leía libros que era incapaz de entender por el puro placer de leer. Leí la Biblia o el Quijote en lo que mi hermano se zampaba a Mortadelo y Filemón.

Entre los libros y yo se creó un vínculo que si no es amor, no han descubierto aún la palabra que lo define. Solo conservo los que, después de leerlos, han dejado poso en mí, cualquier tipo de poso, porque a partir de ese momento ya forman parte de mi propia esencia. Ya son yo. Los demás, esos que lees por equivocación, porque te lo dicen, porque te lo piden, esos, los regalo. Nunca tiro un libro. El que no sea para mí no significa que no pueda ser para otro.

Quizá por eso el día más bonito del año, el día que más me gusta, ese que parece que lo han hecho para ti, ese día es Sant Jordi. Incluso a veces pienso que mis padres se vinieron a Catalunya, desde un pueblecito de Jaén, para que yo pudiera disfrutar de esta maravillosa fecha. Los libros invaden las calles, el olor a rosa se extiende por todas partes, gente con bolsas cargadas de palabras, las más bellas y las otras.

Un Libro y una Rosa ¿puede haber algo más bello?
La rosa te la doy yo, el libro, ese que ha sido especial para ti, me gustaría conocerlo...

Feliz Sant Jordi.


miércoles, 8 de marzo de 2006

Alba


Para poder escribir sobre esto he tenido que dejarme las tripas en el armario porque si no las lágrimas no me hubieran dejado ver la pantalla del ordenador.

No voy a relatar los hechos que están suficientemente explicados en todos los periódicos y cadenas de televisión. Al fin y al cabo no hacen falta los detalles para que el corazón se te encoja en el pecho al saber que una niña de cinco años se debate entre la vida y la muerte en la UCI de un hospital, después de haber recibido las "caricias" de sus padres.

Alba, según aquellos que la conocen, es una niña triste, cabizbaja, que no jugaba en el parque con otros niños y a la que nadie ha visto reír.

Hace tres meses le rompieron la clavícula, el húmero y una costilla. Y yo, como muchos, me pregunto ¿nadie pudo hacer nada por ella? ¿no hay ningún modo de que un padre no pueda agredir a su hijo?

La asistenta social, dice El Periódico de Cataluña, como era nueva "no sabía qué hacer"
¿Dimitir, quizá?

Tres juzgados involucrados en las denuncias por malos tratos a la menor...

Pero sobre todo intento pensar qué tendrá esa madre en la cabeza, no hablo ya dentro del pecho, para permitir que alguien utilice a su hija como saco de golpes y aún después de eso, defenderle.

En este mismo instante muchos niños lloran angustiados en manos de sus "protectores padres".

¿Alguien puede oírles?