miércoles, 8 de marzo de 2006

Alba


Para poder escribir sobre esto he tenido que dejarme las tripas en el armario porque si no las lágrimas no me hubieran dejado ver la pantalla del ordenador.

No voy a relatar los hechos que están suficientemente explicados en todos los periódicos y cadenas de televisión. Al fin y al cabo no hacen falta los detalles para que el corazón se te encoja en el pecho al saber que una niña de cinco años se debate entre la vida y la muerte en la UCI de un hospital, después de haber recibido las "caricias" de sus padres.

Alba, según aquellos que la conocen, es una niña triste, cabizbaja, que no jugaba en el parque con otros niños y a la que nadie ha visto reír.

Hace tres meses le rompieron la clavícula, el húmero y una costilla. Y yo, como muchos, me pregunto ¿nadie pudo hacer nada por ella? ¿no hay ningún modo de que un padre no pueda agredir a su hijo?

La asistenta social, dice El Periódico de Cataluña, como era nueva "no sabía qué hacer"
¿Dimitir, quizá?

Tres juzgados involucrados en las denuncias por malos tratos a la menor...

Pero sobre todo intento pensar qué tendrá esa madre en la cabeza, no hablo ya dentro del pecho, para permitir que alguien utilice a su hija como saco de golpes y aún después de eso, defenderle.

En este mismo instante muchos niños lloran angustiados en manos de sus "protectores padres".

¿Alguien puede oírles?

3 comentarios:

  1. Anónimo12:56 p. m.

    Creo que la pregunta es unánime, ¿qué ha fallado en el sistema para que se haya producido esta desgracia?

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  2. Anónimo4:53 p. m.

    La pregunta no es si podemos oírles, a Alba, la oyeron, si no, ¿que hay que hacer para ayudarles?

    Si ni tres jueces, la asistencia social y toda la burocracia del Estado no puede proteger a nuestros niños, algo muy grabe falla.

    Peor aún, si Alba tiene la fuerza para sobrevivir, nos costará más de lo que es humano que una familia podamos adoptarla.

    Algo falla, algo muy importante falla.

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  3. a mí esta historia me parte el alma, me gusta que alguien se pregunte lo mismo que yo, un beso, Patricia

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