Cuando terminé el cuarto libro de mi saga,
me quedé exhausta. Mi siguiente proyecto era escribir el segundo libro que
pondrá el broche final a La tumba compartida, pero antes necesitaba
algo que me ayudase a recuperar la fuerza narrativa.
En ese momento estaba leyendo Mientras escribo, de Stephen King, y una de las cosas que me llamó la atención es que él
opina que un escritor no debería tardar más de tres meses en escribir una
novela.
La primera impresión al leer eso fue:
¡Pero qué dice este tío! Pero durante el resto de la
lectura no dejaba de pensar en esa premisa que era como un sonete machacón en
mi cerebro: una novela en tres meses, una novela en
tres meses...
Al acabar su libro me dije, ¿y por qué no
lo intentas?
Así llegamos al día de hoy. Llevo nueve
capítulos de este experimento que me sirve, además de como reto personal,
también como divertimento. Porque os confieso que me lo estoy pasando en grande.
No tiene título. De momento voy construyendo
el esqueleto y dejo que las palabras fluyan. ¿Que saldrá de todo esto? Pues no
lo sé, porque lo que empezó como una novela de género (algo a lo que no estoy
habituada), poco a poco se va ramificando hacia otros lares, como me ocurre
siempre. Así que, lo que iba a ser un proyecto sencillo y sin pretensiones, ha
comenzado a complicarse.
Yo sigo en mi empeño de ajustarme al plazo
y no he dejado de comer y dormir, además de trabajar y otras cosillas, para
cumplirlo. Veremos en qué queda esta aventura. Por cierto tengo una lectora menos 1 (si los que leen el primer borrador de tu
novela se llaman lectores 0, los que la leen al
tiempo que la escribes se llamarán menos 1, supongo).
Seguiremos informando...