martes, 22 de septiembre de 2015

Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo...


"La vida misma, cada momento de ella, cada gota de ella, aquí en este instante, ahora, en el Sol, en Regent's Park, fue suficiente, de hecho, demasiado." (La señora Dalloway).

En el cielo brillaba un Sol intenso, que iluminaba el camino que llevaba al río Ouse. Pero hacía frío. Su paso era decidido, ya lo había intentado antes, pero el instinto de supervivencia le había vencido siempre en el momento crítico.

Ahora no fallaría.
Cargó en sus bolsillos las piedras de la victoria, una por cada vez que lo había pensado.

Sobre la mesa quedó la carta para Leonard:


"Querido:
Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros
V."


Adeline Virginia Stephen, nació en Londres el 25 de enero de 1882. Hija del escritor Sir Leslie Stephen y de su segunda esposa, Julia Prinsep Jackson, tuvo tres hermanos, Vanessa, Thoby y Adrian y cuatro medio hermanos, Laura, George, Stella y Gerald, de anteriores matrimonios de sus padres.

En el seno familiar se gestan los trazos fundamentales de nuestro carácter y, al parecer, a partir de la muerte de su madre, cuando Virginia contaba 13 años, sufrió abusos por parte de su hermanastro, George, que podrían ser la raíz de sus problemas mentales futuros. En muchos casos, estas víctimas guardan en secreto los ataques recibidos y, aunque algunos de sus biógrafos tuvieron conocimiento de estos hechos y una de sus hermanas aseguró haber sufrido las mismas agresiones, Virginia solo llegó a insinuarlo veladamente en su obra A Sketch of the Past, por lo que no podemos asegurar qué ocurrió realmente.

"La sensación -afirmaba- de que la primera hora de cada mañana es algo tan dulce y calmo como el suave golpe de una ola, unida al presentimiento casi permanente de que algo horroroso está siempre a punto de ocurrir." (Las olas)
En el ámbito intelectual su casa era visitada asiduamente por escritores, filósofos, poetas y artistas de la época y ese ambiente generó en ella un apasionado amor por la cultura, en especial por la literatura. Su educación fue, en lo básico, como la de cualquier jovencita de la época, pero con el aderezo de aquellos ilustres visitantes. Las enseñanzas de su padre y la enorme y fascinante biblioteca que éste poseía y que ella devoró con la absoluta seguridad de que para poder escribir es necesario leer mucho, pusieron el colofón a su formación. A pesar de ello, siempre consideró su preparación insuficiente ya que creía que la educación de las hijas era siempre sacrificada al interés de los varones de la familia.

En 1904 muere su padre y con él pierde el interés por seguir viviendo e intenta suicidarse, esta vez ingiriendo somníferos. Después de esto, se fue a vivir con sus hermanos Thoby, Vanessa y Adrian al barrio de Bloomsbury.

Allí, los hermanos crearon el Grupo de Bloomsbury, junto a intelectuales que Thoby conoció en el Trinity College de Cambridge: Clive Bell, Leonard Woolf, E.M. Foster, Lytton Strachey y Roger Fry. 

Por aquel entonces Virginia ya escribía de manera compulsiva y los que la conocían opinaban que no podía vivir sin escribir. Esa era una de las tragedias de la escritora: si no escribía no era feliz, pero escribir le producía una profunda ansiedad. 

En 1906 Thoby murió y esa pérdida contribuyó a alimentar su cotidiana tristeza. 

En 1912 Leonard Woolf le pide que se case con él y, a pesar de las dudas, Virginia acepta a "ese judío sin un penique". 

Leonard fue una persona comprensiva y paciente que estuvo a su lado hasta el último momento. Fundó la editorial Hogarth Press que editó la obra completa de Virginia y otros escritores como T.S.Eliot.

Para Virginia el argumento sobrepasa a los propios personajes, y su estilo de escritura resulta novedoso para la época. Sus historias buscan la conciencia de los comparsas, de los que se vale para tejer el argumento. Las ideas, tal y como se manifiestan en la imaginación del que las posee, un monólogo interior propio del lenguaje poético. Mirar hacia adentro por ser demasiado consciente de lo que te rodea, indagar en ti mismo por no reconocerse en el otro.

Leer a Virginia Woolf es escucharla hablando en un sillón apartado, en un rincón del salón. Sola. En penumbra. Largos párrafos suspendidos en el tiempo, paseos distraídos por la razón y la cordura.

"Un buen ensayo debe tener esta cualidad permanente; debe bajar su cortina alrededor nuestro, pero debe ser una cortina que nos encierra dentro, no fuera." (El lector común)


La Segunda Guerra Mundial la afectó de un modo especial, no dejaba de preguntarse cómo podían evitarse los conflictos bélicos y trataba de encontrar un modo de comprender el hecho irracional que impulsa a los seres humanos a destruirse por mandato de otro.

"No son las catástrofes, los asesinatos, las muertes, las enfermedades las que nos envejecen y nos matan; es la manera como los demás miran y ríen y suben las escalinatas del bus". (El cuarto de Jacob)

La figura y posición de la mujer de su época también formó parte de su canal de conversación interno.

"Las mujeres han vivido todos estos siglos como esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre, el doble de su tamaño natural." (Una habitación propia)


Ahora se dice que su enfermedad era un Trastorno Bipolar, así de sencillo. Yo prefiero creer que se trataba de otra cosa. En este mundo, extraño y simple, se sobrevive mejor aletargado. No es mundo para los que se preguntan y buscan respuestas, primero en ellos mismos y después en aquello que les acompaña. Virginia era uno de esos raros especímenes que busca la razón en todo lo que la rodea, en sus propios pensamientos, que a veces le resultaban incomprensibles, en las personas que hacían y deshacían sus ovillos vitales.

El Tiempo. Las horas. Las olas.

"Y también en mí se alza la ola. Se hincha, arquea el lomo. Una vez más tengo conciencia de un nuevo deseo, de algo que surge en el fondo de mí, como el altivo caballo cuando el jinete pica espuelas y después lo refrena con la brida. ¿Qué enemigo percibimos ahora avanzando hacia nosotros, tú, sobre quien ahora cabalgo, mientras piafamos en este pavimento? Es la muerte. La muerte es el enemigo. Es la muerte contra la que cabalgo, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico Espuelas. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte!

Las olas rompían en la playa "


miércoles, 16 de septiembre de 2015

La insoportable levedad el ser



Esta obra, ambientada en Praga, es un relato escrito con lenguaje claro e irónico y cierto aire de misterio. Sí, misterio, porque dibuja unos personajes con tanto trasfondo que a la fuerza esperas que algo les suceda. Algo como la vida misma.
La recomiendo.

Los seres alrededor de los cuales gira la historia de este escritor checo, son dos parejas cuyas vidas se entrelazan en algún momento de su existencia y cuyas personalidades son tan distintas que en un plano de similitud jamás se habrían conocido. Los celos enfermizos de Teresa por Tomás, que por su parte tiene un deseo irrefrenable hacia todas las mujeres; el cándido idealismo de Franz, amante de Sabina, la pintora que pinta la realidad que se esconde tras el lienzo y cuya ansia de libertad la domina por completo.

He de decir que el personaje que más me cautivó fue el de Teresa; su absoluta conciencia de error, sus sueños, sus miradas al espejo, tratando de encontrarse a sí misma dónde solo ve a la madre que nunca la quiso.

Es una novela escrita para llegar al corazón pero que pasa irremisiblemente por la cabeza. La filosofía de Nietzsche, siempre presente, junto a una aproximación a la historia que vivió la Republica Checa en los años de la invasión soviética, son el decorado de la narración cotidiana de sus personajes.

Para Milán Kundera, "el Ser" adolece de una "insoportable levedad": ya que cada persona solo puede vivir una vida, no podremos "perfeccionarnos". Así, nuestra vida, se convierte en insignificante y nuestras decisiones, en algo irrelevante. Sin embargo, esas decisiones se nos hacen a veces insoportables. La insoportable levedad del ser.

Es sorprendente la importancia del personaje que encarna Karenin, el perro de Teresa y Tomás, que con su vida, repetitiva y monótona, hace que nos preguntemos si no será la suya la tan ansiada felicidad tras la que todos vamos.

Milán Kundera, que militó en el Partido Comunista en su juventud, no se reprime al criticar el socialismo que imperó en la Europa del Este durante la guerra fría. En 1968, a consecuencia de la invasión soviética de su país, sus obras se prohibieron y se quedó sin trabajo. Al leer la novela pronto te das cuenta que el escritor se convierte en protagonista de sucesos que les ocurren a sus personajes. Ahí está él, detrás de la grieta del lienzo.

Tuvo que esperar hasta el año 2006 para ver publicada la novela en su país.